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Parentalidad adoptiva

La percepción social sobre la adopción de hijos e hijas ha cambiado y ha evolucionado en los últimos años, ¿lo habías notado?

 

Anteriormente dentro de las familias y al exterior de ellas, la adopción de hijos se manejaba como un tema tabú que muy difícilmente se podía poner sobre la mesa o definitivamente era innombrable, pero actualmente es una situación mucho más visible y con mayor aceptación social.

 

De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), México cuenta con más de 30 mil niños que viven en orfanatos, mientras que a nivel mundial, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) estima que existen más de 15 millones de niños huérfanos.

 

Con estos números de orfandad, existen parejas, matrimonios e incluso, personas solteras que consideran una mejor opción: la adopción. Otras veces, las mamás y papás que han tratado de tener hijos biológicos y no lo han conseguido, también deciden tomar el camino hacia la adopción, con miras a crear y crecer su propia familia.

 

Para la mamá, el papá y la familia que decide incluir a un integrante no biológico, la parentalidad adoptiva se describe como el proceso de adaptación psicológica de cada uno de los integrantes que conforman el núcleo familiar, el cual se vive de manera muy singular en cada miembro de la familia.

Una hija o hijo adoptivo no recibirá la herencia genética de sus padres; sin embargo, obtendrá de ellos un regalo más grande como: los valores sociales, culturales y hábitos de vida para construir su propia experiencia, su entorno y, eventualmente su propia familia.

 

¡Sí! La parentalidad adoptiva es diferente a la parentalidad biológica porque presentan características únicas entre los vínculos que las construyen, estas características son tan peculiares que sí o sí deben trabajarse desde el momento uno en que se decide ir por el camino de la adopción.

 

La parentalidad adoptiva puede llevarse a cabo de manera negativa o positiva, esto dependerá de tres factores que involucran a los adultos: las labores que implican el cuidado de la niña o el niño, su educación y su socialización.

 

De esta manera, una parentalidad adoptiva de manera positiva sitúa al niño o niña como eje central, buscando impulsar su comportamiento, así como los valores parentales, donde la educación y el establecimiento de límites se llevan a cabo sin necesidad de recurrir a castigos con violencia y donde la educación positiva se lleva a cabo en un ambiente de amor, cuidado, afecto, estimulación y comunicación, así como debe ser cualquier tipo de educación enfocada a infantes.

 

Desafortunadamente existen niñas y niños en adopción que sufrieron de maltrato en sus familias biológicas, por esta razón es muy importante trabajar la resiliencia o la capacidad individual que poseé cada persona para superar ciertas circunstancias traumáticas. Es así como, desarrollando aptitudes y habilidades positivas en los niños y niñas, ayudaremos a que sus recursos internos se unan a los apoyos externos, afrontando la adversidad y obteniendo fortaleza.

 

Un aspecto a considerar en la educación de la parentalidad adoptiva es fomentar la socialización de la niña o el niño con su entorno, de esta manera se refuerza la base de la identidad personal, generando una imagen y una voz en un ser que, desde muy pequeña o pequeño tiene noción de pertenencia a un contexto social.

 

Si has llegado hasta este punto de la lectura, ahora sabes que la parentalidad en las familias, no se rige de los aspectos biológicos, existe una fuerza mayor que se vincula entre los integrantes de la familia y que, por consiguiente, también se expresa de manera social.

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